Sumando las dos primeras partes de “Dos años desde que decidí emprender” las cosas no van muy bien. Había probado un montón de cosas y no salía nada. Para rematar estaba contrarreloj y al no tener el empleo fijo ya no tenía ingresos. De momento vivíamos de la liquidación y las cesantías que nunca había retirado. Este fue un momento de mucha presión y se le iba a sumar el rompimiento del estado anímico. Cabe anotar que nunca había vendido nada en mi vida. Creo que es una experiencia que siempre me faltó, pero estaba enfocado en estudiar solo para trabajar para una compañía.
Momento clave: Nace Ana María
Una de las cosas que quería para estos días era ser un ejemplo de vida. Salir de un empleo fijo, emprender y conseguir los objetivos, los sueños, las metas. Pues iba fatal y ya estaba empezando a entrar en depresión. Pero cuando nació la bebé, pude darme cuenta de varias cosas. Lo primero es que tenía disponibilidad total para las cosas que se presentarán. La ley colombiana indica que uno como padre solo tiene 8 días para estar con un bebé.
La niña tuvo algunos problemas y tocaba ir al hospital a diario ya que no quedaba cerca. Así por 5 días y luego llegó a casa, donde gracias a Dios ya estaba todo bien. Ya empezábamos a tener algunos gastos extra, y para mis planes ya debería tener varios clientes. Esto del emprendimiento es de verdad una montaña rusa de sentimientos, un día estaba súper contento por la niña y en otro estaba muy mal por no saber vender.
El tiempo se acaba, ¡necesitamos ingresos!
Quedaba para entonces unos 2 meses de recursos, nuevamente tenía que inventarme algo. En esta ocasión decidí enfocarme en las ventas y leí toda la información que encontré. También encontré videos y audios que escuchaba todo el tiempo, con la intención de ser mejor vendedor. Aprendí muchísimo en poco tiempo y con algunas reuniones “networking” iba afinando mi trabajo. Pronto me di cuenta que el tiempo no iba a alcanzar y que además no me apasionaba lo que estaba haciendo.
Ya no había tiempo suficiente para volver a pivotear y a pesar de que ya había personas interesadas, tocaba tomar una decisión importante. Teniendo en cuenta que los recursos de dos meses se habían acabado en uno y ya no había de donde tomar. Lo único en lo que era bueno era consiguiendo trabajo, hasta ahora me había resultado sencillo. Una vez, había conseguido trabajo hasta sin buscarlo, lo que es no estar preparado…
Fin de un ciclo y ¿olvidamos lo que pasó?
Una de las características de este plan era ir por una subvención. Es decir, que al demostrar que era rentable, tenía una ventaja en una aplicación financiera con el estado. No había caso, había aprendido muchísimo, pero nada de esto lo sentía como una pasión. Ahora estaba trabajando de nuevo para una empresa por proyectos. Con esta novedad se me hizo interesante y empecé aprendiendo nuevas cosas. ¿Qué hacemos con la experiencia que pasó, sin ventas y con el estrés por las nubes?
Es más fácil olvidar las malas experiencias, pero hay que aprender de ellas. Aprendí por ejemplo que, de haber trabajado en algo apasionante, encontraría la manera de vender lo que hacía. También me enteré que hay que tener un plan detallado para emprender. Me había lanzado de cabeza sin haber probado mi idea, aunque a veces funciona así. Todos somos diferentes y en algunos casos aplica, si hay pasión, y de momento no era el caso.